Llegué a este mundo en 1967, un año en que las películas criticaban abiertamente el racismo imperante en la sociedad norteamericana (aunque desgraciadamente, era una lacra en todo el mundo); tuve el honor que coincidiese mi nacimiento con el estreno de tres grandes fílmes antirraciales, que hablaban de las desigualdades y prejuicios contra los hombres y mujeres de otras razas y culturas; que mostraban los convencionalismos de una sociedad que empezaba a sentir vientos de cambio, de revolución, y de liberación. Estas películas fueron iconos del cine de los años 60 y obtuvieron numerosos Oscars:
En el calor de la noche (1967), fue uno de ellos. Es un magnífico thriller, ganador de cinco premios Oscar, entre ellos Mejor película, guión, sonido y montaje, y que pude disfrutar viéndola veinte años después de su realización.
Dirigida por Norman Jewison, contaba con la excelente interpretación de los actores Sidney Poitier, Rod Steiger (ganador del Oscar al Mejor actor), Warren Oates y Lou Grant -en 1963, Sidney Poitier había sido el primer actor afroamericano que ganaba un Oscar por su papel principal, en la película Los lirios del valle-.
La película narra la llegada a un pueblo de la América más segregacionista e inculta, de un especialista en homicidios, el detective Tibbs (Sidney Poitier), con el objetivo de descubrir el asesinato de un importante personaje acaudalado del lugar. Desde buen principio, Tibbs tendrá que lidiar con el racismo de los habitantes y en especial, con el talante cínico y chulesco del jefe de policía, Gillespie (Rod Steiger), que no dudará en ponerle obstáculos durante la investigación. Gillespie es la antítesis de Tibbs: un policía macarra e incompetente, compinchado con la mayoría de sus conciudadanos, y que no para de mascar chicle en todo momento.
La lucha de Tibbs se ve fortalecida por su inteligencia y por su interés en esclarecer los hechos con veracidad, sin miedo a las represalias. Sólo hay un momento en la película que escandalizó a los sectores más retrógrados y racistas, y es cuando el Sr. Tibbs, harto de los insultos y vejaciones, devuelve la bofetada que le propina un "hombre blanco" del condado.
Esto ocurría en 1967, y aún está pasando en 2015. Es triste, pero el racismo sigue presente 48 años después que vine al mundo. No hace muchos meses, creo que en abril, en Carolina del Sur, un policía blanco fue arrestado por matar a un negro, Walter Scott, que iba desarmado. No menos terrible fue la muerte de Michael Brown, en agosto de 2014, a manos de otro "agente de la ley " loco, Darren Johnson. Brown fue acribillado sin motivo alguno por Johnson, a sangre fría, recibiendo seis disparos mortales en plena calle de un barrio de afroamericanos, en Ferguson.
Adivina quien viene a cenar esta noche (1967). Dirige Mike Nichols, gran director de melodramas cinemátográficos del cine de los 60 (¿Quién teme a Virginia Woolf?, El graduado, y también de los años 80 (Armas de mujer, Se acabó el pastel, Silkwood).
Adivina quien viene a cenar esta noche es un melodrama cuyo tema principal vuelve a ser la problemática racial, pero en este caso, desde el punto de vista de la relación de pareja interracial, entre un médico afroamericano (Sidney Poitier, que ese año hizo tres grandes películas, y tuvo gran éxito) y una joven blanca de clase alta (la actriz era Katharine Houghton, sobrina de Katherine Hepburn en la vida real). La trama va presentando los impedimentos y reacciones retrógradas que se encuentra la joven pareja al comunicar a sus respectivos padres que están comprometidos.
Los padres de ella: la divina Katherine Hepburn y su marido (su gran amor en la vida real), Spencer Tracy, que reaccionan, cada uno, de forma diferente delante de la "feliz" noticia; Hepburn es más comprensiva, más libre, más cercana a la incipiente "revolución sexual" de los años 60, y que cree que el amor entre su hija y su prometido es lo único que importa; Tracy, como protector de su "niñita" tiene una visión negativa, y ve las dificultades que tendrá la pareja en el mundo real, y quiere evitar a toda costa el dolor que les ocasionará la sociedad racista (él es el primero que tiene ideas preconcebidas, y se niega al matrimonio entre los dos jóvenes).
Los padres de él: la actriz Beah Richards y el actor Roy E. Glenn tienen los mismos prejuicios, pero no se atreven a pronunciarse (se infravaloran ellos mismos); cuando se presentan, invitados en casa de los padres de su nuera, les sale su vena de incomprensión, y se comportan igual, con los mismos convencionalismos y miedos, evidenciándose que tanto unos como los otros son igual de racistas. También, se crean situaciones cómicas, en las discusiones entre la pareja Hepburn-Tracy, que dan un aire de positivismo y de esperanza al drama.
La película ganó dos Oscars; uno al mejor guión y a la mejor actriz para Katherine Hepburn. A pesar de ello, la muerte de Spencer Tracy, una vez acabado el rodaje, le impidió a la actriz ver el film. Su gran tristeza no le permitió nunca ver esa gran película, porque el dolor de la pérdida de su gran amor no lo pudo sanar ni el mayor de los premios.
Rebelión en las aulas (1967). Dirige James Clavell. Es una película realizada en el Reino Unido, -el cine europeo tuvo un gran auge en los años 60-, y que protagoniza nuevamente el actor bahameño, Sidney Poitier. A pesar de que no está centrada en la temática racial, a diferencia de las dos anteriores que hemos comentado, sí que aparece representado en el papel del protagonista, un profesor negro que encuentra trabajo en una escuela londinense, donde tiene que educar a una auténtica jauría de alumnos, rebeldes, inconformistas, con prejuicios raciales, incluso violentos con las figuras de autoridad. Una juventud que empezaba a despertar, en una Europa que estaba a punto de vivir las más relevantes revoluciones sociopolíticas del S.XX.
Destaca la canción To Sir with love (es el título original de la película), cuya intérprete, Lulu, también hacía un papel de la alumna sensible y enamoradiza.
Me despido de Sidney Poitier con Un día volveré (1961), una película en la que hacía un papel secundario junto a una superestrella siempre rebelde e incomprendida en Hollywood, Paul Newman.
Se trata de una obra menor, dirigida por Martin Ritt, donde no nos emocionan de forma contundente ni los romances ni las interpretaciones. El argumento gira entorno a dos músicos norteamericanos de jazz, expatriados, y que viven en París donde tienen mayores oportunidades de triunfar, y donde el racismo ha quedado atrás.
Un día conocen a dos chicas americanas que están pasando sus vacaciones en la capital francesa, y se enamoran. Lillian (Joanne Woodward, la esposa de Paul Newman en la vida real) y Connie (la actriz afroamericana, Diahann Carroll) les hacen plantearse su futuro: volver con ellas a los Estados Unidos o quedarse en París. La balanza se decanta hacia un futuro de tolerancia racial, y donde las posibilidades de prosperar como compositor y músico son más excitantes. París es la elegida, y los amores, quizás un día volverán.
Lo mejor: las jam sessions con el maestro Louis Armstrong, tocando las mejores piezas musicales de Duke Ellington.
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