Akira Kurosawa, 25 años de su adiós. TOP Cine clásico japonés

Hoy se cumplen 25 años de la muerte del gran director japones Akira Kurosawa. Es por eso que en su recuerdo, os presento en esta entrada la excelencia de las películas japonesas de los años 50 y 60. Una cinematografía que me cautiva hasta tal punto que en una tarde me empapé de tres títulos maravillosos del cine nipón. 


Evidentemente, Japón tiene una producción muy extensa a nivel fílmico (la más antigua desde la llegada del cinematógrafo de los Lumière en Francia), y no acabaríamos nunca de ver películas en todo una vida, pero sí que no hay que olvidar los TOP clásicos japoneses, títulos que se han convertido en películas de culto con el paso de los años. 

En los años 50, se desarrolla la Era dorada del cine en Japón. Y se iniciaría con una película que en nuestros días está considerada una de las obras maestras del director Akira Kurosawa, ganadora del Oscar honorífico a mejor filme extranjero en 1951, y abriendo camino al reconocimiento del cine japonés a nivel mundial. Hablamos de: 

RASHÔMON (1950)


Es una historia basada en unos cuentos del escritor Ryūnosuke Akutagawa  que transcurre en un Japón posiblemente bajo el shogunato Kamakura, y está estructurada en cuatro partes, en las cuales cada personaje cuenta la historia según su punto de vista. 

Un bandido encuentra a un samurai y a su esposa en un bosque. A ella la viola brutalmente delante de él, y después lo asesina. En el juicio del asesinato y violación, el bandido habla por si mismo (papel que encumbró a un actor mítico, Toshirō Mifune), defendiéndose y expresando que la mujer se entregó voluntariamente, y se tuvo que defender del samurai; los personajes de la esposa y el samurai hablan a través de una médium (es caracteristico del cine japonés, incluir misticismo, simbología detras de nieblas, aspectos mágicos, propio de los cuentos y del Kabuki). Hay un cuarto personaje, un testigo, que conoce el contexto desde el principio y al final nos deja sorprendidos con su desenlace. La película está rodada en blanco y negro. 

Era difícil en aquella época producir una película que hablaba abiertamente de la violación, o de la sexualidad femenina, y que fuese ciertamente, una cinta un tanto extravagante. La censura antes de la segunda guerra mundial era muy esctricta, pero a posteriori, y habiendo perdido la contienda, el cine japonés se occidentalizó y se pudo realizar éste y otros filmes sin tantos obstáculos, guiándose más en la censura norteamericana que no era tan susceptible. 

Obtuvo el León de Oro en el Festival Internacional de Venecia en 1951, y el Oscar honorífico de Hollywood en 1952.

IKIRU(VIVIR) /1952)


Quizás sea la película más intimista y filosófica del maestro Kurosawa. Es la historia de un burócrata, Kanji Watanabe (protagonizada por Takashi Shimura), que se ha pasado media vida sin hacer nada, o mejor dicho, muerto en vida en un departamento del ayuntamiento. Todo se transforma, cuando le diagnostican un cáncer de estómago, y sabe que le queda poco tiempo de vida. Entonces, desaparece de la oficina y se pregunta a si mismo qué debe hacer para disfrutar y ser feliz el tiempo que le queda. 

Es impresionante la utilización de los primeros planos, en los que el director nos muestra el sufrimiento tanto físico como psicológico del protagonista. El temor a la muerte va dejando paso al miedo de no aprovechar esos seis meses que le quedan de estar aún en este mundo. 

Aparece y desaparece en la escena, con el juego de luces y sombras, como por ejemplo, cuando su hijo y su nuera se lo encuentran agazapado en un rincón. El quería confiarse en su hijo, pero éste solo quiere el dinero de la jubilación de su padre para tener una casa propia. Al verse solo, decide gastarse todo su dinero en fiestas, salas recreativas, clubs nocturnos, creyendo que esa es la forma adecuada de acabar con la agonía, pero Kanji Watanabe se da cuenta que todo esto lo lleva a una nostalgia aún más dolorosa. Un plano donde vemos al actor que canta una canción de su juventud, con un tono gutural muy profundo. 

Después, aparece otro personaje: una muchacha de la oficina, que encarna la imagen de una juventud perdida para este hombre que va a morir en pocos meses. Se apega a ella, pero es tan grande la obsesión de sentir cerca a la chica por su vitalidad, que la asusta, y ella misma se aparta de él, cuando le dice que está enfermo terminal. Un detalle de un muñeco que lleva la misma joven consigo, produce la revelación definitiva, y se da cuenta de que su propósito final es conseguir la construcción de un parque infantil, un proyecto que en el ayuntamiento han estado ignorando, y pasándolo de departamento en departamento, dando largas a los ciudadanos que lo pedían con ahínco. 

En el plano siguiente, Kurosawa nos muestra el funeral del funcionario, en el que los hipócritas compañeros del trabajo -incluido su hijo y nuera- van explicando la persistencia que tuvo el señor Watanabe para tirar adelante el proyecto del parque, todos ellso sin parar de beber sake, con lágrimas de cocodrilo, y meditando sobre qué produjo ese cambio en él, para llegar a descubrir todo lo que le paso en esos cinco meses hasta su muerte.

CUENTOS DE TOKIO (1953)



Uno de los grandes directores japoneses, conocido como el maestro del shomingeki (el melodrama de la moderna clase media), Yasujiro Ozu que ya había sido reconocido en películas en los años 20, resurge con esta bellísima película de la cual hablé en una entrada sobre los remakes

En Cuentos de Tokyo aparecen los temas fundamentales del cine de Ozu: una familia de clase media, y los rituales y procesos que se generan en esa clase social, la más afectada por la modernidad en el Japón tradicional. En esta película no deja de haber la descripción de una padres en su etapa de madurez, y los problemas que tienen al querer visitar a sus hijos que viven en la capital, con sus parejas y sus retoños, y con trabajos que no les permiten estar con sus padres, ni salir a pasear con ellos. Ni siquiera tienen espacio para ubicarlos en sus pisos pequeños urbanitas. Todo ello lleva a confrontaciones entre los matrimonios, y a una tristeza de verse como un estorbo por parte de los ancianos progenitores. El actor Chishu Ryu que encarna al patriarca de la familia, participó en unas catorce películas dirigidas por dicho director. 

En 1942 Ozu ya había realizado un filme que se titulaba Había un padre... (donde también aparecía el actor Chishu Ryu, y que se considera una de las obras más emotivas y perfectas del maestro japonés). En esta cinta de 1953 no deja de ser también un melodrama del paso del tiempo, de las generaciones venideras, y de la resignación y comprensión de esos padres ancianos que tanto admiran a sus hijos. 

CUENTOS DE LA LUNA PÁLIDA (1953)


Junto a Yasujiro Ozu, destaca la maestría de un director hecho ya en los principios de los años 20 (aunque la mayoría de sus obras iniciales no han logrado sobrevivir). Este es Kenji Mizoguchi, creador de este bello conjunto de cuentos con moraleja, convertidos al celuloide, y considerada como una de las películas más grandes. 

Fue galardonada con el León de Plata en el Festival Internacional de Cine de Venecia de 1953. 

En Cuentos de la luna pálida, se pone en escena una fantasía, con un metraje continuado, lleno de exotismo, misterio, la época en que la luna entra a través de los paneles abiertos. Movimientos de cámara suaves y silenciosos, y magia. Una obra maestra. Mizoguchi, experto en el teatro kabuki, no olvida ni un detalle, sobretodo el kimono, la sutileza del kimono en las mujeres. Se aprecia el amor del director por esta prenda, ya que él fue diseñador artístico. También vemos la aparición de las mujeres, en muchas ocasiones prostitutas que salvan a los hombres. Este elemento tiene relación con la vida del propio maestro Mizoguchi, ya que su hermana fue vendida por problemas económicos como geisha por el padre de ellos, hecho que lo marcó y lo pone de manifiesto en su filmografía. 

LOS SIETE SAMURAIS (1954)


Akira Kurosawa, director de la épica cinematográfica nipona, realiza su primera obra sobre samurais, y obtiene el galardón de la Mostra de Venezia a la mejor película en 1954, habiéndose visto en muy pocos cines y recortada en más de una hora en Europa y Estados Unidos cuando se estrenó (tiene una duración de 205 minutos en total). 

En un principio, Kurosawa pensaba en dirigir un filme sobre la vida de un samurai, pero después encontró otra alternativa, y la reescribió como un obra de acción de seis samurais (después se añadiría un séptimo), guerreros en búsqueda de acción. De hecho, el director se basa en John Ford y sus westerns, en esos solitarios pistoleros que iban por los pueblos buscando ser contratados para acabar con los "forajidos". Y asimismo, el western norteamericano se alimenta del cine japonés (por ejemplo, Yojimbo sería después el remake Por un puñado de dólares, de Sergio Leone).  

La película empieza narrada por unos personajes que son unos campesinos que se ven aquejados por una banda de saqueadores que aparecen cada cierto tiempo, y les roban la cosecha. Desesperados, se ven con la necesidad de contratar unos samurais que los protejan de los bandidos (entre estos, aparecen los actores Toshirō Mifune y Takashi Shimura)

En esta gran obra, Kurosawa juega con diferentes elementos, y lo hace de una forma sublime: no es fácil reconstruir una època tan lejana, y lo logra. Con genialidad, se adentra en los conflictos sociales de clase, e investiga en el estudio de cada personaje y sus características, con virtuosismo. 

 El propio Kurosawa dijo: "Una película de acción tiene que ser una película de acción, Pero que cosa más maravillosa e infrecuente si, además, logra pintar al mismo tiempo la humanidad".

EL INTENDENTE SANSHO (1954)




Galardonada con el León de Plata en el Festival Internacional de Venezia, esta obra maestra de Mizoguchi es también casi autobiográfica. El director nació en una familia humilde, su padre era un tirano y maltratador, su madre murió joven de una grave enfermedad, y su hermana pequeña fue vendida como geisha para saldar deudas. Si vemos la películas, todas estas vivencias están reflejadas en ella. 

El director Kenji Mizoguchi que abrazó el marxismo y era un gran pacifista, lo pone de manifiesto en esta película. Podríamos decir que la frase que pronuncia el personaje que menos papel tiene en la cinta (un gobernador que es desterrado, junto a su esposa  y sus dos hijos por ser benevolente con su trato hacia los campesinos), es la clave del argumento: "El humano que no tiene caridad, no es un ser humano. Hasta con el enemigo, se ha de tener caridad". Esta frase queda en la mente y en la personalidad de sus dos hijos, sobretodo en su hijo Zushiô

un muchacho que admira a su padre y que lo ve como su referente. 

Es una obra repleta de visicitudes y desgracias: el gobernador lo llevan lejos, y muere en la cárcel, la madre (papel de la actriz fetiche Kinuyo Tanaka  es separada de sus hijos y vendida como prostituta, y los dos niños son vendidos como esclavos a un gobernador feudal, el intendente Sansho. Este personaje representa la antítesis de todo lo que había sido el padre de esos protagonistas, es cruel, no tiene respeto por nadie, ni siquiera por su propio hijo, trata a los esclavos como a animales, no les da cura en la enfermedad, los marca con fuego como castigo, y solo le interesa el poder de influencia del emperador. Pero prevalece la bondad y esperanza, gracias al coraje de los dos hermanos, que crecen como esclavos pero que un día ven la oportunidad de escaparse, y hacer lo posible para liberar a todos los que están oprimidos bajo el yugo de Sansho. 

HARAKIRI (1962)


Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes, Harakiri de Masaki Kobayashi (actor Tatsuya Nakadai) es un alegato al honor de un samurai, que lo ha dado todo en pos del clan al que pertenecía, y que cuando se ve sin nada por lo que seguir viviendo, sin amo y sin familia, y por su honor como samurai que fue, decide pedir al clan que impera en ese momento, realizar el acto del Seppuku o harakiri, un suicidio mítico que se realiza con una katana, abriéndose en cruz las entrañas. 

Kobayashi la divide en dos partes: una primera se centra en la llegada del samurai a la casa del regente Saitō Kageyu, pidiéndole un lugar para practicarse el harakiri, y antes de ello, el regente le cuenta la historia acontecida recientemente de otro samurai llamado Motome, que llegó bajo la falsa pretensión de realizar el mismo acto, y lo acusa de ser indigno y mentiroso. Todo esto pasa en otro plano, donde está transcurriendo la historia de Motome y su terrible muerte. 

En una segunda parte, el personaje del samurai vilipendiado Tsugumo Hanshirō va contándole al regente el motivo de su petición de realizar el Seppuku, llevándonos a otro plano, donde transcurre su historia y que está ligada con el anterior samurai Motome, desvelando que ese joven samurai con el que han sido tan crueles, era su propio yerno. 

Este cruce de narraciones es una maravilla, del misterio se va llegando a descubrir la verdad. La película es una critica a la deshumanización de los clanes (de un Japón pasado y por ende, del presente), y hace un inteligente discurso final sobre el derecho del samurai de despojarse de la vida con el Harakiri, y de no ser juzgado ni maltratado por ello. Este final me recordó en cierta manera el alegato de la libertad de los hombres, de la dignidad, que en diferente contexto hace Charles Chaplin en El gran dictador.  

El final es una apoteósica batalla entre el samurai Hanshirō y todos los guerreros del clan; su honor contra todos los demás, hasta conseguir su propósito, vengarse por la cruel muerte de Motome, luchar como el samurai que fue -se ve en cada gesto del cuerpo a cuerpo, de la espada, de los movimientos-, hasta su final (se intuye que herido de muerte, se practica el Seppuku). Pero al final de la pelicula, el narrador nos cuenta que no ha sucedido nada, que todo sigue igual, que no ha habido ningún harakiri, y que el clan se alza en su pedestal de poder. 


EL SABOR DEL SAKE (1962)


Yasujiro Ozu dirige esta película en donde se mezclan los temas principales de sus películas (familias de clase media, relaciones entre padres e hijos, el cambio generacional); también podemos apreciar escenas con detalles propios del cine de Ozu: las casa tradicionales japonesas, y las chimeneas humeantes (el progreso industrial de Japón). 

El sake, o el alcohol, aparece como el elemento vertebrador que obnubila la mente del protagonista (nuevamente, aparece el actor Chishu Ryu , un hombre en la edad madura que ve con nostalgia el pasado (lo vemos en el bar, cuando evoca la belleza de su esposa fallecida en edad temprana, o anhela el Japón de antes de la guerra, viendo como la juventud se ha occidentalizado, y la sociedad avanza a marchas forzadas). Y bebe sake, hasta emborracharse para no caer en la melancolía.

La bebida del sake, o whisky, también une a los personajes, o provoca la acción, y hace avanzar la trama. El enfoque no está dirigido tanto a la historia familiar, en la que este viudo se ve con el dilema de quedarse solo o casar a su hija que es la única que le acompaña en su vida, pero que ya tiene una edad en la que debe encontrar marido (este aspecto, sigue siendo un tanto ancestral); o en los problemas matrimoniales de su hijo mayor con su esposa, porque es un manirroto con el dinero. No, el interés central está en que estas historias, que fluyen en las películas de Ozu con una sutileza y calma extraordinaria, en esta cinta se mezclan con el alcohol. El protagonista bebe para tomar decisiones trascendentales. Se une a un grupo de amigos, y beben para hablar de los temas que les preocupan, y él, llega a casa completamente embriagado, y al día siguiente, con la resaca le dice a su hija que se casará con tal X,  o le da dinero al hijo para solventar su crisis de pareja. Y después de la boda, bebe porque ya se ve cercano a su final (Ozu murió al año siguiente de estrenar la pelicula).

De hecho, cuando Ozu dirigió este filme su madre había muerto hacía pocos meses, y él también estaba muy aficionado al alchohol.

EL INFIERNO DEL ODIO (1963)


Un thriller japonés de una narrativa argumental excelente, con unos giros de guión que te dejan sorprendido. Akira Kurosawa coge elementos de una novela norteamericana, con la humanidad de los protagonistas, no solo centrándose en el tema del secuestro de un niño y de los elementos de suspense, cómo serían la disección policíaca del delito, la búsqueda del secuestrador, las pesquisas, etc, si no también en poner en énfasis la dicotomía entre el cielo y el infierno, el poder y las clases bajas, los sentimientos de todos los personajes, incluidos los agentes de policía, o el mismo malhechor, que sufre un odio hacia las clases altas que lo llevan a realizar actos deleznables, como aprovecharse de drogadictos para convertirlos en sus cómplices, y tirar por tierra su juramento hipocrático. El secuestrador vive en la miseria, y como bien dice "vive en el infierno", y de ese odio se desencadena su deseo de hacer el mal, haciéndoselo a el mismo finalmente. El protagonista principal es el señor Gondo (el mítico actorToshirō Mifune), uno de los socios de una multinacional de calzado que está en declive y sus capitostes están tramando el despido de Gondo por sus ideas innovadoras. Pero, anticipándose, Gondo ha ido adquiriendo en secreto la mayor parte de acciones para montar su propia zapatería. 

Su vanidad también se ve reflejada cuando recibe la llamada de un hombre que le dice que ha secuestrado a su hijo y le pide 30 millones de yenes de rescate. En ese momento, el capitalista se desmorona, ya que ha gastado todos sus ahorros, incluso se ha hipotecado -la casa en la colina, que se ve como un altar en el cielo, elemento esencial del filme-, para deshacerse de la National Shoes, y tiene que escoger entre recuperar a su hijo, y entrar en bancarrota, o dejarlo en manos de la policía, y no pagar. El dilema moral se plantea cuando todos se dan cuenta, al llegar a casa, que por equivocación a quien han secuestrado es al hijo del chófer. Y aquí aparece uno de los puntos fuertes del cine japonés: el honor. Decidir entre la fortuna o el honor. 

Cada diálogo, cada escena, cada personaje, tiene una variedad de detalles, incluido el humo de colores rosados (después lo copiaría Spielberg en La lista de Schindler) en una película realizada en blanco y negro; los trenes de alta velocidad ya en los 60 en Japón; el sistema policial japonés, con una organización, un orden en la investigación, una disciplina, y un perfeccionismo judicial;  los ambientes de los barrios bajos; la aparición del tráfico de estupefacientes. Fantástico thriller sobre el infierno interior y el cielo del honor del maestro Kurosawa.


BARBARROJA (1965)


Akira Kurosawa en su versión más humanista y un alegato sobre la dignidad de las personas, por encima de su clase social, o la vida que hayan tenido (si han sido buenas o malas personas). El juramento hipocrático es sagrado, y así se plasma en esta joya del cine japonés, y del director Kurosawa. Fue la última aparición del actor Toshiro Mifune junto al gran director. Habían trabajado en más de 16 títulos anteriormente. 

Es una obra muy extensa -dura más de tres horas- pero cuanto má avanza el metraje, más intensa se vuelve, y no tienes tiempo de cansarte, con las diferentes historias de los personajes, cada uno con un pasado y un presente. 

El contexto en el que se realiza el filme es ya de por si crudo: una clínica pública para personas sin recursos, pero no por ello, son tratados como seres de segunda, gracias a su médico en jefe, conocido como Barbarroja (Mifune). Barbarroja o Dr Kyojo Niide se presenta como un profesional de la medicina que antepone al la persona por delante de su posición social. Hay que tener en cuenta que filme transcurre en el siglo XIX, y es admirable como Barbarroja analiza las enfermedades físicas teniendo en cuenta los problemas vitales, y la psicología del paciente (algo que normalmente no se realizaba en la práctica médica, el relacionar cuerpo-mente-contexto social-alimentación). El Dr Niide es huraño pero a la vez es la personificación de la dignidad, la humanidad, la perseverancia, el altruismo, y el honor. De alguna manera, también son las cualidades de un buen samurai (no podemos separar a Kurosawa con sus historias de samurais). 

Por otro lado, tenemos a un recién licenciado en medicina, el Dr Yasumoto, que en un principio no quería trabajar en esa clínica, considerando que él valía para un hospital de calidad, y esto le hace tener una actitud de rebeldía contra todas las normas (por ejemplo, no se pone la bata para hacer las visitas, o desoye a Barbarroja, y más bien le contradice). 

A lo largo del film, el personaje del joven médico, va transformándose, y tiene incluso una crisis existencial (se pone enfermo) pues se va dando cuenta de que el método de Barbarroja es el ejemplo a seguir para curar a los enfermos, para ser un médico cercano, para no perder la esperanza, para ser cercano y querido por los enfermos. 

Lo que más atrapa son las diferentes historias de los enfermos de la clínica. La vida que han tenido les ha llevado a la enfermedad, y por eso es tan importante escuchar sus vivencias igual que el estetoscopio oye el ritmo de la respiración. 

El plano visual la película ofrece una fotografía en blanco y negro bella y portentosa. Es una de las películas más logradas de Kurosawa a nivel técnico, con planos y encuadres magistrales y una puesta escena de carácter naturalista.


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