El toque Lubitsch en las comedias clásicas

Confieso que soy una fan de las películas de Ernst Lubitsch. No suelo poner notas demasiado altas a los filmes que he visto, pero dos de las obras del director germano-estadounidense tienen mi calificación más alta. Un 10 para Ser o no Ser, dirigida en 1942 y El bazar de las sorpresas que tiene una valoración de 9.

Antes de hablar de las películas que recuerdo del este fenomenal director, introduzco unas pinceladas sobre la biografía y el meritorio trabajo realizado en el mundo del celuloide de Lubitsch. 

Ernst Lubitsch nació en Berlín el 28 de enero de 1872. A los 16 años dejó los estudios porque tenía una gran pasión por el mundo del teatro, y no se lo pensó dos veces. Empezó actuando en pequeños papeles cabaretescos, y fue introducido al mundo cinematográfico alemán gracias al director Max Reinhardt, director además del Deutsches Theater de Berlin. 

A principios del siglo XX el cine alemán está en pleno apogeo, y Lubisch se convierte en el actor cómico más visto en Alemania, tan popular como lo serían Harold Lloyd o Charles Chaplin en Estados Unidos. Pero Lubitsch va más allá, y en 1915 dirige su primera película muda Blindekuh, realizando un triple papel de actor-.realizador-director.

En su periodo alemán realizó unos cuarenta filmes, y en 1922 hace su salto a Hollywood, invitado por la archiconocida actriz Mary Pickford.  

La primera película hablada (sonora) que dirigió en 1929 fue The Love Parade (El desfile del amor), interpretada por Maurice Chevalier y Jeannette MacDonald. Lubitsch se basó en una obra teatral .-algo que ya fue una norma-, El príncipe consorte de Jules Chancel. Es una comedia musical, donde ya se pone de manifiesto el intertexto erótico muy sutil del estilo Lubitsch, convirtiéndola en una cinta ligera aunque en el fondo con un gran compromiso social y moral. Ya en el esta cinta se habla de diferentes amoríos del protagonista, y del divorcio abiertamente.

En 1931 dirige nuevamente a la actriz Jeannette MacDonald, en un opereta Monte Carlo donde la actriz nos deleita con sus cánticos empalagosos, pero que va más allá. Lubitsch consigue que el espectador se convierta en voyeur, y vea unos destinos que están más allá de las escenas que aparecen en el filme. Ese llamado toque Lubitsch de las situaciones, que como el mismo definió "es ver el rey con los tirantes bajados; es el gondolero veneciano arrastrando la basura a la luz de la luna mientras canta romances(...). Es algo que se basa en la teoría que por lo menos dos veces al día el ser humano más dignificado tiene esos momentos ridiculos".

De la comedia pasamos al único drama que dirigió Lubitsch, Remordimiento. Es una película sobre las consecuencias traumáticas en un joven soldado francés que mató a otro joven alemán en la Primera guerra mundial. Para redimirse, va a visitar a su familia en un pueblecito de Baviera. Allí se entera que el soldado alemán también era músico como él y habían ido juntos al conservatorio en París. Está realizada a modo de obra teatral, con un primer diálogo, al estilo Hamlet,en la que el joven se pregunta en una iglesia, en confesión,, ¿Porqué maté a un hombre? ¿Era mi deber asesinar a un hombre? ¿O estoy loco por pensar esto? Una gran interpretación del actor Philips Holmes, en el papel del joven soldado francés arrepentido.

Lubitsch tenia preferencia por los autores dramáticos húngaros: Laszlo Aladar, autor de Un ladrón en la alcoba, de la cual hizo una adaptación cinematográfica en 1932. La historia de una carterista, Lily (interpretada por Miriam Hopkins) que se hace pasar por condesa que conoce a un ladrón de guante blanco (Herbert Marshall), del cual se enamora. Nuevamente, el director pone su toque personal, en el juego de la seducción y el intercambio amoroso, con dinero por enmedio (como sucede en La viuda negra), desplegando el argumento con elegancia y potencia metafórica. 

En 1935 los nazis le retiran la nacionalidad alemana, y ese mismo año pasa a ser el único director que dirigirá un gran estudio (Paramount). Es el periodo que coincide con sus películas más famosas, todas sus comedias

Ninotchka (1939), divertida obra -no puedes dejar der reir en ninguna escena-, una sátira sobre la política estalinista rusa. Inolvidable interpretación de Greta Garbo, que está desbordante en su papel de una agente comunista rusa que tiene que solventar un asunto de unas joyas confiscadas "al pueblo" por parte de una condesa exiliada en París. Junto a la diva, aparecen dos actores cómicos que después pude ver en la gran Ser o no Ser (Felix Bressart y Sig Ruman), que es para mí una de las mejores comedias que he visto del cine clásico, y del director. No solo ríe Garbo, ríe cualquiera que ser precie a ver esta fantástica cinta con el toque Lubitsch sin duda. 

En 1940, realiza El bazar de las sorpresas, basado en una obra homónima de Miklós László. De esta película ya he hablado en otra entrada. Aquí podéis encontrar la información y la reseña Recordando los remakes más relevantes


Si no la he visto más de seis veces no la he visto ninguna, To be or not to be (Ser o no ser). Un diez como película, comedia y sátira antibelicista. Lo tiene todo de Lubitsch. El director cuenta las peripecias de una compañía teatral polaca, que tiene que vérselas con la censura y la persecución nazi. Y lo hace con su toque burlesco y de reinvindicación antibelicista (como hizo en Remordimiento años atrás). Es un juego de caracterizaciones, y embrollos similares a los del film Sopa de Ganso de los Marx. Destacar la belleza y la gran interpretación de Carol Lombard, en el papel de la esposa de un director teatral bastante pésimo, que le gusta coquetear con los soldados que están luchando en la contienda; y de Jack Benny, en el papel de Joseph Tura, el director polonés de esta disparatada compañía, y un cornudo enamorado de su esposa (Lombard). Hay que verla y disfrutarla.

Esta semana, para estar al día en lo que respecta a la filmografía de Ernst Lubitsch, he visto dos exquisitas comedias, que no están a la altura de Ser o no Ser, pero siguen teniendo las características o lo que denominó uno de sus discípulos, Billy Wilder, el toque Lubitsch: "el uso elegante de la Superbroma" (el público estaba satisfecho con una broma y Lubitsch añadía otra, inesperada).

En Cluny Brown (1946), por ejemplo, es ese humor ácido y crítico respecto al comportamiento de las clases altas english, y nuevamente, el recurso del personaje burlón (en esta ocasión, interpretado por Charles Boyer). Ingenio en los diálogos, sutileza, elegancia. Para el director Peter Bogdanovich el toque Lubitsch "se puede sentir en la sutil economía de su trama, el diálogo oblicuo que tenía una forma de decirlo todo de manera indirecta, y particularmente, en el desempeño de cada actor,sin importar cuan pequeño sea el papel".

En este filme, la moraleja radica en una de las preguntas que se hace la protagonista, Cluny Brown (papel de Jennifer Jones), al principio de la trama, y que desembocará en la resolución final: "Pero, ¿cómo se cuál es mi lugar?. Aparte de Boyer y Jones, el filme cuenta con los incondicionales actores y actrices británicos de la época, Peter Lawford, Sir C. Aubrey Smith y Una O'Connor.

El diablo dijo no (que en versión original lleva por título Heaven Can Wait), vuelve a representar una comedia exagerada -el personaje principal inicia el guión presentándose en el infierno una vez fallecido (un joven Don Ameche), y pidiendo ser enviado al averno, por haber sido un mujeriego y un mal marido-. La escena cambia a un pasado, un flashback que nos invita a conocer la historia romántica entre los protagonistas, desde su inicio y su desarrollo, y todos los enredos propios de las películas de Lubitsch. Es un poco más repetitiva por lo que respecta a los hechos que van aconteciendo, y menos locuaz, pero no deja de tener el toque Lubitsch. 


William Wyler dijo el día que falleció el gran director que se habían acabado las películas de Ernst Lubitsch. Cierto, pero no su recuerdo. 

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